sábado, 18 de febrero de 2012

...de imaginar tanto

Sabes? Esta semana se me ha ido imaginando y ya que no fue una imaginación lúdica de cuentacuentos ni útil (como la de arquitecto) creo que me voy a permitir inventarme -imaginarme mejor dicho- una historia...

Él se debe llamar Bolívar (en honor al personaje de una novela de Luis Sepúlveda), pensé en que debería tener una "ella" que lo acompañe, pero no, claro que no, Bolívar tendrá una especial fascinación por las mujeres imposibles, sí, esas mujeres que persigues por mucho tiempo (o quizás fueron segundos pero a ti te parecieron siglos) y cuando al fin las alcanzas, las abrazas fuerte y pareciera que "ella" llega a estar cómoda pero de un instante a otro se vuelve de humo y te deja con un hueco entre los brazos, un corazón adolorido y la sensación de una patada en la entrepierna -motivos varios-.

En fin, Bolívar, un hombre joven al que ya la madurez lo amenaza, está solo, (eso me permitirá alguna ocasión hacer el Capítulo 1: génesis de una soledad avanzada) y se pregunta, se pregunta muchas veces desde distintos sitios, desde su ego, desde su cama, o del diván de su terapeuta, qué hace falta para que se construya una relación. El problema será que a veces la relación que quiere es justamente a lo que ha huido en su vida: una donde no sea posible predecir ni planear lo que ocurrirá.

Pero como este personaje debe tener más de un par de aristas -no quiero un personaje central que parezca sacado de una telenovela donde el bueno es bueno bueno (ademas de estar ídem)-. quiero un Bolívar que por momentos, pretenda vencer el miedo de estar con una prostituta aunque a veces, más que miedo, parece pánico a no saber qué sentirá cuando esa exuberante y experimentada mujer -claro que se va a conseguir una buena escort!- le exija su pago y lo deje ahí solo en la habitación resignado a buscar conseguir otros 3 mil pesos para estar nuevamente con ella.

Bolívar debe sentir que por momentos esta a punto de lograr inscribirse en el deseo de alguna mujer, pese a que él por años se ha sentido un "indeseable" pero cuando parece estar envuelto en un paraíso de pasión, donde ella pretende, finge, que Bolívar será un digno ganador de la carrera por su corazón le es anunciado que alguien más ocupa el lugar del que mi personaje se cree merecedor. Sí, corrió la carrera pero no notó que corrió fuera de la pista.

Bolívar recién debió entender que la pasión, esa que arrebata, que te hace pensar, sentir, leer, oler, desear a alguien todo el tiempo son como los fuegos artificiales y difícilmente lograría resistir una dosis prolongada de fuegos artificiales, por otro lado, deberá aceptar que las relaciones rutinarias, esas donde "ella" y Bolívar despiertan despeinados, con mal aliento, sin esa sonrisa recién amanecida y sin un asomo de deseo por el otro, son como los troncos que mantienen el calor de una familia en los países nórdicos por meses, son pequeños, silenciosos, y nada sexys...

Ya tengo buenas ideas para armar estas historias de Bolívar. Como decía Jaime Sabines: todos necesitamos una "ella" cuyo nombre tiene derecho a cambiar.

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