jueves, 6 de septiembre de 2012

de guardar tanto las letras

Le hubiera gustado acercarse con toda la autoridad que no tenía sobre ella para lanzar un ridículo y sordo reclamo. 

Le hubiera gustado que ella lo detuviera lanzándole una mirada suave donde encontrara un poco de alivio a esa angustia

Le hubiera gustado acercarse con todo el tiempo en las manos, con todo el tiempo que ella le hizo falta y que él era incapaz de contar.

Le hubiera gustado acercarse lo suficiente para encontrar la complicidad de su vestido que dejaba asomar esa piel blanca con la que hace tanto sólo soñaba. 

Le hubiera encantado arrancarle una mirada suave, una sonrisa, la ropa, los enojos y tal vez allá en el fondo ver a la mujer que -asegura- aún quería. 

Le hubiera querido ocultar que alguien le lanzó a quemarropa una frase: eso no es amor. Le hubiera gustado decirle que pudo argumentar en contra y decir que eso era mentira, le hubiera gustado sentir que no había verdad que doliera tanto. 

Le hubiera gustado, le hubiera encantado suplicar que volviera, que regresaran a las cosas como eran antes, a lo que tenían, pero era imposible engañarse porque en realidad ya no tenían nada. 

Le hubiera gustado quitarse esa jodida mirada de hombre derrotado, de perro cansado, de suelo árido, de sueño ajeno y en su lugar ponerse una flamante e hipócrita sonrisa. 

Le hubiera encantado decirle que escribe aún de ella, que la lee, que la escucha, que sigue siendo asaltado en sueños por su imagen. 

Le hubiera encantado acercarse, saludarla, sonreír, encontrarse, olvidarse, recordar... pero no lo hizo, porque sólo dejó que el silencio y la ausencia enfríen y hagan aún más grande ese espacio. 

Le hubiera encantado decir, decirse que tal vez, después, alguien quiera tender un puente.